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Channel: Tierra de Cinéfagos » Doce hombres sin piedad
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“12″– Un ¿remake? a la rusa

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Vaya por delante que en esta época de remakes a gogó con nulo criterio, es de agradecer que alguien intente realizar uno con cierta profesionalidad e interés por dar un vuelco a la cinta original, en este caso, la magnífica “Doce hombres sin piedad” (1957) de Sydney Lumet.

Supongo que much@s recordarán la historia de esos doce miembros de un jurado que deben decidir sobre el futuro de un joven que presuntamente ha asesinado a su padrastro. Todas las pruebas y testimonios no dejan lugar a dudas sobre la culpabilidad del muchacho, sin embargo uno de esos doce hombres sin piedad sí cree en su inocencia y defenderá su idea hasta convecer al resto de sus compañeros.

El director ruso Nikita Mikhalkov toma esta idea central desarrollada por Lumet y la sitúa en la Rusia actual dotando a su película de un punto de vista muy distinto al de la original.

 

12 (6) por ti.

En “12” (2007) el procesado es un joven checheno de 18 años acusado del homicidio de su padrasto, un oficial ruso que se ha hecho cargo de él tras la muerte de sus padres en la cruenta guerra de Chechenia. Tras el juicio, los miembros del jurado se retiran a deliberar pero las obras que se están realizando en el juzgado les obligan a hacerlo en el gimnasio de un colegio colindante. Aparece entonces otra novedad, puesto que la claustrofóbica y calurosa sala donde Lumet centraba su película queda sustituída por un espacio mucho mayor y donde el frío campa a sus anchas.

Además, Mikhalkov introduce pequeños flashbacks en blanco y negro (algunos de ellos de una espeluznante belleza) que nos permiten ponerle rostro al acusado, conocer en qué ambiente bélico ha crecido y cómo fue rescatado por el oficial asesinado.

Tal y como sucedía en la película de Lumet, cada uno de los doce hombres encerrados en el gimnasio posee una historia vital que convierte la reunión en una hetereogénea muestra de la Rusia de hoy en día.

12 (3) por ti.

Y así nos encontramos con el cirujano de origen caucásico que todavía tiene dificultades para hablar correctamente el ruso, pero que necesita continuamente autoafirmarse como perteneciente a la comunidad de la antigua URSS (aunque finalmente no pueda evitar que prevalezca su sangre caucásica); el judío que causa recelos entre algunos de los asistentes; el jubilado y transtornado oficial del ejército ruso; el propietario de una cadena de televisión que ha estudiado en Harvard y que no puede reprimir expresiones en inglés y un amanerado “pijismo”; el taxista amargado que desprecia al acusado por el solo hecho de ser “chechenito”, como él le llama; el actor que parece tomárselo todo a broma; el director de un cementerio que confiesa sus macabros trapicheos para sacarse un suculento sobresueldo; el pintor (el propio Nikita Mikhalkov) que actúa como presidente del jurado y que esconde un sorprendente (y poco creíble) as en la manga; el ejecutivo de una compañía de pasado turbio que se erige en férreo defensor de la inocencia del joven checheno (a años luz de Henry Fonda); el tartamudo hijo de un antiguo y destacado dirigente comunista y así hasta completar estos doce hombres sin piedad “a la rusa”.

12 (5) por ti.

Creo que en la confrontación de caracteres e historias tan dispares radica el único punto positivo de la cinta de Mikhalkov, ya que compone un estupendo muestrario de los cambios que está sufriendo (y aún le quedan por sufrir) a la antigua potencia de la guerra fría (en este sentido es revelador que los hombres del gimnasio alternen el tratamiento “camaradas”/“señores” o que el taxista enarbole su patriotismo enfundado en unos Levi’s). Y todo ello tratado desde el humor (negro, en muchos momentos) que lleva implícito una crítica de la Rusia del siglo XXI.

¿Es el humor el tono más indicado si se trata de dilucidar un fallo judicial que puede destrozarle la vida a una persona? Más aún, si lo que interesa es pintar el panorama social de la era postsoviética, ¿era necesario versionar el clásico de Lumet para llevarlo a cabo? En este sentido, algunos de los argumentos esgrimidos para salvar al muchacho quedan diluidos y, en ocasiones, carecen de cierto sentido y credibilidad porque lo que prevalece es esa pintura costumbrista antes señalada.

Si hasta aquí se le podía perdonar a Mikhalkov su osado pero “trabajado” remake, el final escogico por el director deja muy mucho que desear y parece indicarnos que sufre un preocupante ataque de egocentrismo “actoral”.

12 por ti.

Cuando parece que los miembros del jurado se han puesto de acuerdo (logran dilucidar que el muchacho y su padrastro han sido víctimas de un contubernio mafioso relacionado con la construcción de unas casas de lujo en la zona donde vivían el asesinado y el acusado) y deciden declarar inocente al checheno, el personaje del pintor se erige en auténtico protagonista del desenlace dando a conocer que también es un antiguo oficial del ejército y que aunque él ya sabía desde el principio que el muchacho era inocente, su voto sigue siendo el de culpable.

El citado pintor no desea que el muchacho quede en libertad sin familia y sin hogar, puesto que sería una fácil presa para esos mafiosos, así que propone a los restantes once hombres cambiar su voto para salvaguardar la vida del joven: en prisión nadie podrá atentar contra su vida. A cambio, sugiere que cada uno de ellos se comprometa e involucre para perseguir a los verdaderos homicidas y meterlos en la cárcel. Sólo así, el joven podrá ser libre de verdad. La reflexión daría para un intenso debate…

Como era de esperar, cada uno de esos once hombres que votaron “inocente” excusa su participación en el plan sugerido por el pintor aludiendo, en la mayoría de los casos, a supuestos compromisos profesionales.

Tras una última votación, el pintor acata el veredicto de inocente y se lleva al muchacho a su casa prometiéndole que encontrarán a los asesinos de su padrastro.

Tras todo lo expuesto, creo que “12” (León de Oro especial en el Festival de Venecia 2007) no es un remake en el sentido estricto de la palabra, sino que el director de “Ojos negros” toma prestada la columna vertebral de la película de Lumet para luego manejarla a su antojo algo que, por otra parte, me parece muy loable, a pesar de ese rocambolesco final que no acaba de convencerme.

 

Para ver la ficha de la película, pincha aquí

Briony   



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